viernes, 3 de agosto de 2012

Fábula de la musa

Ruly el trovador ha vuelto, preparen sus asientos.
Hoy les narraré la historia de un modesto artista,
Que pulía sus obras arista por arista.

Este noble dibujante, cantante y propio representate,
se dejaba la piel en cada obra, aunque seguidores no le sobran.

¿Es malo mi arte? Se preguntaba. Cada día más y más se hartaba.
Desconocía sus errores, nadie le hacía honores.

Más un imprevisto día, algo clave pasó en su vida.
Apareció una mujer preciosa, nunca había visto semejante cosa.

Aunque le invadía la cobardía, reunió fuerzas para la osadía:
"Bella dama, no sé tu nombre, pero te has vuelto musa para este pobre hombre"

La mujer se rió. Tanto, tantísimo, que el artista se deprimió.
Su obra comenzó a perder interés, casi no le daba ni para sobrevivir al mes.

La mujer se acercó a la casa, con una suerte escasa.
Vio al artista llorado, desconsolado. Entró y se puso a su lado.

¿Tan mal te ha sentado? Dijo la dama. Y el hombre lloraba y lloraba
Claro que me ha sentado mal, dijo el artista. Me has dejado fatal, está a la vista.

La mujer, bromista pero de buen corazón (o eso parecía) decidió alegrarle al autor el día.
Se acercó suavemente y le besó con pasión, y ahí surgió la inspiración.

La musa reía y se divertía, y el artista obras y obras hacía.
El talento no cesaba, constantemente creaba.

Llegado un día, la mujer, espíritu libre sin nada que hacer
decidió marchar y al artista abandonar.

El creador se despertó, y miró a su alrededor.
Y entonces se dió cuenta, atontado. La musa le había dejado.

¿Por qué me ha abandonado? ¿No le sirve lo que le he dado?
Acababa el día y el artista se deprimía.

Las semanas pasaban, y no remontaba.
Miraba por la ventana, y no había nada. Nada...

Tras meses de eterno sufrimiento, el artista escarmentó
lo pensó y lo pensó y al fin cuenta se dió.

No tengo que dejar que esto afecte a mi arte, el que todo me haga recordarte.
Resurgiré de mi tumba, a mi antiguo yo daré una tunda.

Volvió el talento al creador, como un fuego abrasador.
Todo lo que había hecho, era fruto del despecho.

Ahora el arte fluía, y todos lo veían.
Todos admiraban ya sus obras, ahora seguidores, tenía de sobra.

A lo lejos la mujer sonreía, pues se cumplió su profecía:
"El arte surgió de enamorado. Murió, pero ha resucitado"

Así, se adivina la moraleja de este cuento:
Por muy triste que te quedes, nunca NUNCA desesperes.

Y de una mujer socarrona no te fíes. Te olvidará en cuanto no mires.
Sin defecto y sin exceso, este cuentacuentos manda un beso ^^

Ruly Pufcomiquero

No hay comentarios:

Publicar un comentario