lunes, 30 de julio de 2012

Crónicas bardianas: Capítulo 1

Yo antes no era como soy ahora, ni vivía donde vivo ahora. Me presento: me llamo Catapulta debido a la simpática gracieta de mis padres cuando pensaron en mí antes de nacer, no quiero entrar en el tema, es muy doloroso para mi persona.
Os pondré en situación. Yo antes vivía en Totrefaullia, una aldea donde nunca pasa nada. Cuando era pequeña solía jugar con mis dos mejores amigas, Cella y Catriniss. La primera estaba y está obsesionada con convertirse en vampira y vivir con su novio vampiro. La segunda era y sigue siendo una pirómana que se empeña en decir que hay que acabar con el Politolio (es una urbanización con unas cuantas casas y una mansión alrededor donde viven unas familias algo creídas y esnob que se creen superiores a los demás) y ahora se hace llamar "La moza en llamas". Dime tú, mis amigas están como una chota, pero qué le voy a hacer, son las que hay y las quiero tal y como son.
En fin, a lo que iba. Un buen día de esos en los que no pasaba nada, Catriniss y yo estábamos consolando a Cella de una de sus depresiones cuando de repente, un ejército de tíos de aspecto rudo armados con hachas y espadas entraron en nuestra pequeña aldea.
- ¡¡Lo sabía!! ¡¡Sabía que los del Politolio nos mandarían a alguien tarde o temprano!! SEGURO QUE QUIEREN CAPTURARNOS PARA QUE NOS MATEMOS ENTRE NOSOTROS DENTRO DE UN RECINTO CERRADO. - Dijo Catriniss, algo exaltada.
Yo me digné a asentir y a darle la razón porque si no se pone muy pesada.
No eran del Politolio, pero fue cuestión de minutos que nos capturaran, pero no para eso de matarnos entre nosotros, sino para traficar con nosotras como esclavas de unos magnates del limón (últimamente en nuestro reino está muy cotizado). Qué queréis que os diga, a ninguna nos hacía gracia acabar de tal manera, pero los invasores tenían armaduras chungas acorde con su aspecto chungo y sus chungos 2 metros de media de altura.
Pasamos ocho días metidas en una jaula que olía a rosas (sinceramente, este detalle me sorprendió), pero los guerreros de 2 metros nos trataron muy mal, nos tiraban piedrecitas y se reían de nosotras por motivos incompresibles. Teníamos moratones en los brazos de todas las veces que nos llevaban de un sitio de la jaula a otro (la jaula tenía cuatro habitaciones: una para dormir, otra para comer, otra para recibir la llamada de la naturaleza y otra de ocio). La jaula no estaba mal, pero como nos trataban fatal no hacíamos otra cosa que quejarnos y morder los barrotes. Para entretener a mis amigas yo, que siempre quise ser bardo (de ahí el título) les contaba historias de tramas inquietantemente cautivantes. Cuando acababa me aplaudían todos (los invasores guerreros bárbaros de 2 metros también) y yo sonreía satisfecha.
Llegado el noveno día, nos sacaron de allí tratándonos muy pero que muy mal. Nos llevaron andando durante horas a través de un frondoso bosque. Nosotras estábamos cansadas de andar y nos dolían los pies. No queríamos sufrir más aquella tortura, así que Catriniss pegó a uno de los invasores, recibiendo un buen puñetazo en la cara de vuelta. Me enfadé mucho, tanto que salió mi lado más agresivo. Empecé a agitar los brazos como una posesa tratándo de pegar una paliza a todos esos malditos machorros de 2 metros que se creían mejores y más fuertes que nosotras, poco me faltó para echar espuma por la boca. Para evitar que yo siguiera comportándome de tal forma, me dieron una paliza (abusones), cuando estaba apunto de quedarme inconsciente pasó algo. Una mujer con armadura en sus pechos y aspecto salvaje pero cautivador dio su merecido a los abusones, matándolos a todos menos uno, que consiguió escapar para chivarse a su jefe. Después de eso perdí la conciencia, amanecí tres días después. Lo que vi al despertar me sorprendió tanto que me dejó sin sentido otras dos horas.

FIN DEL CAPÍTULO 1

No hay comentarios:

Publicar un comentario